sábado, 30 de enero de 2010




¿Qué ciudadanos, en la reforma
política de Calderón?

Por Rebecca Arenas

Mientras la crisis económica continúa generando más millones de pobres y los programas sociales de combate a la pobreza siguen siendo utilizados para beneficio electoral, el asunto que ocupa la atención de los poderes formales y fácticos, que se ha convertido de la noche a la mañana en prioridad de la agenda legislativa, es la iniciativa de reforma política del presidente Calderón.

¿Por qué si hay problemas de falta de empleo, de pérdida del poder adquisitivo, de inflación galopante que el gobierno niega; si se sigue ensanchando la brecha de la desigualdad y nuestro país es calificado en el exterior como ineficiente, poco competitivo y altamente corrupto, por qué si tenemos todas estas urgencias, los señores de la política se dedican a discutir una nueva iniciativa de reforma política, a menos de dos años de haber aprobado la anterior?

Sin duda, porque Calderón con gran habilidad le antepuso la etiqueta ciudadana -con mayúsculas- a su reforma, asegurando a todos, que su aprobación impulsaría la participación ciudadana en los asuntos públicos, fortaleciendo la democracia y el quehacer político, que hoy por hoy, son monopolio de los partidos.

Sobre el paquete de reformas políticas que presentó al Congreso a mediados del pasado diciembre, el presidente Calderón ha venido cambiando el tono de su discurso. En un principio, fue de gran optimismo y júbilo, cuando dio a conocer su decálogo alusivo. Últimamente, en cambio, su tono se ha vuelto ríspido e incluso intolerante, cuando califica de fraudulentas a las fracciones parlamentarias que no coinciden con su iniciativa. Y aún no inicia el periodo de sesiones. Y si bien es cierto lo que dice Calderón sobre la preeminencia de los partidos y la ausencia de los ciudadanos en nuestro sistema democrático, lamentablemente esta situación no cambiará por decreto, por más que lo diga su iniciativa. Veamos.

Entre otras cosas, la iniciativa de Calderón propone las candidaturas ciudadanas, afirmando que esto daría a la gente voz y una palestra para luchar por las causas que le interesan. Pero yo me pregunto, y les pregunto a los lectores: ¿Qué tipo de personas serían, en caso de aprobarse, quienes tendrían acceso a las candidaturas ciudadanas?

No sería don Pancho, el líder vecinal de nuestra colonia, siempre dispuesto a dar su tiempo y su consejo a los demás; tampoco doña Catalina, la luchadora social, por la que se pelean los partidos en tiempo de elecciones, porque la gente la respeta y la sigue; ni el médico humanitario que atiende igual al que le paga que al que no. No podrían serlo, porque lograr una candidatura ciudadana, requiere de mucho, de muchísimo dinero (encuestas previas, precampañas, propaganda, medios, gastos de campaña). Si hoy vemos que gente de origen modesto llega a ser candidato, es porque tiene detrás el apoyo de un partido que recibe recursos públicos para estos efectos. Lo que no sería factible en el esquema de Calderón.

Sería la gente de Televisa, de Televisión Azteca, de Telmex y de las empresas más importantes, la que tendría acceso a las candidaturas ciudadanas. ¿Dónde está la mayor participación ciudadana que asegura Calderón, si sólo los ricos tendrían acceso a esta modalidad de participación política?

Y ante su eventual arribo al Congreso, encontraríamos a estos "diputados ciudadanos" dedicados a defender los intereses y privilegios de sus patrocinadores y socios. ¿Dónde está el beneficio para los ciudadanos que dice Calderón? No se ven por ninguna parte.

Si en efecto, lo que quiere el ejecutivo es impulsar la participación ciudadana, dar mayor legitimidad a su gobierno y lograr que el legislativo se comprometa prioritariamente con la ciudadanía en vez de hacerlo con sus respectivos partidos, lo primero que tendría que hacer es tomar la decisión de construir ciudadanía, dándole a esta compleja tarea, el rango de política de Estado. Educar e informar a la gente, hacerla consciente de las innumerables ventajas de participar colectivamente, de manera organizada; de eso se trata la construcción de ciudadanía, una tarea compleja pero posible, de resultados graduales, pero irreversibles, en la que habría de sumar los esfuerzos de toda la infraestructura pública y privada del país, para que tras un mediano plazo, de esfuerzos continuos y sistemáticos, tengamos un capital ciudadano que nos hará mejores para la democracia y mejores para el país.

Evidentemente no es la construcción de ciudadanía lo que le interesa a Calderón, sino lograr una reforma política que le permita mayores facultades al Ejecutivo, o sea a él mismo, facilitándole, a dos años de la sucesión presidencial, alternativas de manipulación pública, como el referéndum, que ha probado ser un arma de dos filos mal utilizado, e instrumento favorito de gobiernos dictatoriales que no respetan al Congreso. Perú, Venezuela y Argentina en algún momento, son cercanos ejemplos.

El debate sobre la reforma política será intenso, y sin duda, polarizado, lo que no debe ser impedimento para alcanzar positivos resultados, si cada quien hace su parte. Los legisladores, privilegiando el interés general sobre el particular, favoreciendo la visión de Estado y no la visión de partido, de corto plazo y electorera, porque de lo que se trata es de definir las reglas del funcionamiento futuro del Estado mexicano. Ni más ni menos.

A Calderón habría que decirle que ya hizo su parte, que ahora toca al Congreso hacer la suya. Pedirle que asuma una actitud de respeto y tolerancia frente a las opiniones contrarias, porque sólo respetando el derecho de los otros, logrará respeto a sus propuestas, aunque no las aprueben. Predicar con el ejemplo, es el primer gran paso, que ojalá no se le olvide.

xalare@generacionciudadana.org.mx